No sabes cómo ni porqué eras feliz. No pensabas en nada, jugabas despreocupadamente mientras todos los bolsillos se te llenaban con la arena del foso. A veces te rasguñabas las rodillas tirándote, de las formas más inimaginables, por el tobogán que había al lado de tu pequeña escuela. ¿Acaso importaba?
Muchas tardes, cuando llegabas a casa, tu ropa estaba teñida de un color gris que no la caracterizaba por las mañanas; cuando salías bien arreglada para ir a clase.
Ha pasado más de una década desde entonces. Te gustaría volver atrás; no pensar, no querer huir en cada momento a otro lugar, no descubrir que tus propios padres te consideran tan apasionada (o loca) como para casarte mañana o fugarte a la otra parte del mundo. ¿Lo harías?
Te gustaría volver a cuando tu máxima preocupación era que no te encontraran mientras jugabais al escondite.
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